Fotos con otra perspectiva
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sábado, 30 de marzo de 2019
Bueno. Pues ya está acabado el sendero hasta las minas de cobre. Por lo menos ya se puede llegar hasta allí sin pérdida. La explanada está bastante llena de vegetación pero aún se pueden ver algunas entradas a las galerías, bastante anegadas por la erosión.
PEDRO L. TORRALBA ha recopilado datos relacionados con la historia de estas minas y son éstos:
En Casas de Esper se ha intentado extraer, y extraido, mineral de cobre, en tres épocas conocidas.
La primera de ellas en torno al año 1850, la segunda hacia 1920 y la tercera se realizó en 1956. Las dos primeras siguieron el sistema de galerías y la tercera fue mixta, parte a cielo abierto y parte continuación de las antigüas galerías.
Las obras de esta tercera intervención las acometió la empresa JULIAN DORADO, con licencia administrativa y denominación de "MINAS DE SANTA CECILIA".
Los útiles de trabajo se reducían a picos, palas, barrones, carretillos y explosivos con dinamita de poca carga y mecha (se mezclaba clorato con azúcar y pólvora negra), con los que se pretendía localizar las vetas de cobre.
Los trabajos comenzaron en 1956 y duraron aproximadamente un año escaso.
Durante este periodo llegaron a trabajar 33 mineros, de los cuales 7 eran de Casas de Esper, y el resto de los pueblos vecinos, La Corvilla, La Sierra de los blancos, Ardisa, Valpalmas, Puendeluna, El Frago e incluso hubo alguno de Valladolid.
La empresa estaba dirigida por JULIAN DORADO(personaje que portaba pistola en cinto).La explotación estaba a las órdenes de un encargado llamado FRANCISCO YENGLES GUILLAMON, y contaba con un dinamitero marroquí, ya que el empresario también tenía minas en Africa, y un químico alemán, que solo estubo un mes, cuya misión era analizar el mineral que se extraía.
Cuando empezó la producción, todo el material con cobre que se extrajo se dejó en la explanada exterior amontonado, y allí quedó abandonado, ya que se pretendía sacar mediante un sistema de tobogán a un cargadero que se construyó al pie de la montaña, igual que un pequeño puente de piedra y hasta el que se quería que accedieran los camiones, pero que no lo hicieron por lo inaccesible del terreno.
La empresa desde el principio quiso aparentar que era solvente y que disponía de capital para trasmitir confianza entre los vecinos del pueblo y los trabajadores.
El salario era de 40 pesetas diarias y se llegó a celebrar la fiesta de los mineros -Santa Bárbara- en diciembre de 1956, con la contratación de una orquesta y la proyección de dos películas de cine.
También hubo un plante y concentración de los mineros ante un retraso en el pago de una semana.
Las expectativas eran tan optimistas que el encargado llegó a comentar la posibilidad de construir un poblado para albergar a los futuros mineros y la de contratar los carros del pueblo para transportar el mineral.... Finalmente todo quedó en nada.
Este periodo minero terminó a finales de mayo de 1957, cuando se produjo un derrumbe y resultó herido de gravedad JOSE ANTONIO BUEN, al caerle una piedra en la cabeza, debiendo ser trasladado al hospital San Juan de Dios de Zaragoza, donde estuvo hospitalizado diez días.
Este accidente puso de manifiesto que no estaban asegurados ninguno de los trabajadores. A J. ANTONIO BUEN le dieron de alta en el Seguro ese mismo día, con efectos retroactivos para poderlo hospitalizar. Y fue la causa del cese definitivo de la actividad en la mina, para evitar sanciones administrativas.
Todo el instrumental de trabajo, carretillos, barrones, picos, palas etc, quedó abandonado en Casa Laste (Casas de Esper).
El pequeño puente de piedra de un solo ojo, construido en el barranco, se lo llevó una gran tormenta acaecida ese mismo año de 1957. Hoy se ha reconstruido uno con madera y vigas y colocado una pequeña placa que así lo recuerda.
El muelle de carga para los camiones, fue parcialmente desmontado para hacer otras construcciones, dejando como restos del mismo unicamente unas hiladas de la pared.
El material con cobre extraido quedó abandonado en la explanada ante las boca-minas y el tiempo y los visitanates han hecho que vaya desapareciendo.
Quizá sea éste el hecho que más impacto produjo en Casas de Esper en la segunda mitad del siglo XX, tanto por las expectativas de desarrollo creadas, como por la efervescencia humana y económica que, aunque fue breve, sacudió la vida del pueblo
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